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OPINIÓN
Juan Carlos Guajardo: Petrobras en las elecciones brasileñas, lecciones para Chile
19/09/2014
La Tercera

Petrobras, establecida en 1953, es una empresa controlada por el gobierno brasileño, con operaciones en el sector del petróleo y el gas y que desde hace algunos años es la más grande de América Latina, desplazando de tal posición a la también petrolera mexicana Pemex. En Chile, Petrobras se ha considerado como un camino a seguir, especialmente en el caso de Codelco, debido a las reformas que introdujo el gobierno brasileño a fines de la década del noventa.

Con ventas de 130 mil, 10 mil millones de dólares en utilidades y 85 mil empleados, su gravitación en la economía y política de Brasil es muy significativa, tal como se demuestra en el rol que está jugando en las disputadas elecciones que se llevarán a cabo el próximo 5 de octubre. Mientras los sondeos muestran un empate técnico en torno al 42-43% entre las candidatas Dilma Rousseff del Partido de los Trabajadores (PT), colectividad en el poder desde hace 12 años, y Marina Silva del Partido Socialista Brasileño (PSB), dos hechos relacionados a Petrobras parecen estar jugando un papel determinante en el resultado final de la elección.

Por un lado, un ex director de Petrobras encarcelado por pertenecer a una inmensa red de lavado de dinero, denunció recientemente a más de 50 legisladores, en su mayoría del PT y de partidos de la coalición gobernante, en un caso de coimas que beneficiaron al gobernante PT, lo que alentó las críticas de opositores que señalan que Petrobras fue “asaltada” por el PT, partido que se ha visto envuelto en varios casos de corrupción desde 2003, incluyendo buena parte del gabinete de Lula, así como de la cúpula del PT.

Un elemento particular que ejemplifica cómo la empresa se mantiene vinculada a vaivenes políticos, han sido las declaraciones de Marina Silva, convencida ecologista que defiende las energías renovables, quien ha dicho que si gana no dará prioridad a la explotación del yacimiento “Presal”, uno de los mayores descubrimientos de petróleo de Brasil ubicado en el mar litoral brasileño en el 2006 y que se ha constituido como la mayor riqueza natural no renovable del país. Esta declaración gatilló la intervención directa del ex Presidente Lula, quien reivindicó el rol del petróleo como el futuro del país y denostó a Silva al declarar que “quien está contra la riqueza del (yacimiento) Presal está contra la riqueza de Brasil”.

Varias reflexiones surgen a partir de este caso. La primera es que se evidencian las desventajas de la exposición de las grandes empresas e industrias nacionales a los periodos político electorales, lo cual debilita las decisiones estratégicas de inversión, afectando la viabilidad y la competitividad de la empresa, cuestiones que inciden directamente en sus perspectivas de desarrollo. Petrobras, como una empresa controlada por el Estado brasileño, se vería perjudicada si su lineamiento estratégico ligado a los yacimientos presal es cuestionado o peor aún cancelado, por una mera posición política, sin considerar la trayectoria de esta estrategia, los costos e inversiones ya asumidos y los compromisos ligados a esta definición de largo plazo. Una cuestión similar podría argüirse en el caso de los proyectos estructurales de Codelco, los cuales son imprescindibles y cuya gestión debe trascender el conflicto político o la mirada corta que puede sostener un actor particular, como un ciertos grupos de poder.

La segunda reflexión tiene relación con la gobernabilidad de las grandes empresas de recursos naturales, especialmente en América Latina.

El Presidente Fernando Henrique Cardoso en 1997, impulsó reformas destinadas a alcanzar mejores prácticas y transparencia, y blindar las finanzas y la gestión de Petrobras de los problemas propios de una empresa del Estado. Fue así como la compañía se privatizó parcialmente.

La Ley nº 9.478 de 1997 señala que el Estado brasileño mantendrá el control accionario con la propiedad y posesión de por lo menos el cincuenta por ciento de las acciones más una acción del capital votante.

Gráfico

Desde entonces se pueden observar claros y oscuros en la marcha de la empresa. Por un lado registra grandes logros, especialmente en el desarrollo de capacidades en aguas muy profundas, transformándose en pionera en el desarrollo de robots para la exploración y construcción de pozos petrolíferos que se encuentran por debajo de los 400 metros bajo el nivel del mar, lo cual dio origen al descubrimiento y, al parecer, próxima explotación masiva de los recursos de yacimientos Presal. Sin embargo, los escándalos de corrupción no han dejado de sucederse mientras algunos indicadores de gestión de la empresa no han logrado repuntar en los últimos años.

Los ciudadanos perciben estas señales, al punto que Rousseff impulsó una ley el 2013 que destina regalías del petróleo a educación y salud tras las masivas manifestaciones callejeras registradas hace algunos meses.

El caso de Petrobras es interesante para Chile, pues aun cuando incorporó capital privado minoritario y adoptó la modalidad de gestión y el management de una empresa privada, no ha podido evitar varios de los mismos elementos que aquejan a otras compañías estatales.

A la luz de lo que ocurre en Brasil y también en nuestro país, parece ser necesario aún recorrer camino para mejorar los gobiernos corporativos de las grandes empresas públicas. Ni la mejor ley es capaz de ofrecer garantías para la autonomía y estabilidad que necesitan empresas estatales en su gestión mientras no exista una voluntad política clara, de largo plazo, unificada, consistentemente establecida y legitimada socialmente. En otras palabras, se requiere avanzar desde una política de gobierno hacia una política de Estado en que todos los actores tengan la voluntad de que las empresas del Estado sean una herramienta para el desarrollo del país y no sujetos de capturas por grupos de presión, cuestión que aún aqueja a muchas empresas públicas en América Latina y algunos otros lugares del mundo.


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