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OPINIÓN
Lo bueno y no tan bueno de los proyectos mineros
24/11/2014

Lo bueno y lo no tan bueno de los proyectos mineros

Semana Económica

El protagonista de la entrada anterior fueron las buenas perspectivas del sur, las cuales son explicadas, en gran medida, por la cartera de proyectos de inversión que tiene esta zona del país para los próximos cinco años, entre los cuales una buena parte son mineros. Si bien contar con estos proyectos de inversión es en definitiva buenas noticias, y pone a esta zona en una posición envidiable frente al resto del país, depender de ellos para ostentar un crecimiento, por ejemplo, por encima del 6%, no resulta del todo positivo.

Comencemos por las ventajas –muchas de ellas obvias– de contar con proyectos mineros. Estos proyectos, desde su etapa de implementación, generan divisas para el país, ya que en su mayoría son financiados en los mercados internacionales. Posteriormente, sus productos son vendidos casi en su totalidad en el exterior, lo que asimismo favorece la balanza comercial. Un estudio del Instituto Peruano de Economía (IPE) realizado en 2012, utilizando el modelo de insumo-producto y precios de 2007, calculó que inversiones mineras por US$ 10 mil millones generan más de US$ 5 mil millones en exportaciones anuales, e incrementan el PBI en más de US$ 8 mil millones al año.

Durante el proceso de implementación, estos proyectos generan puestos de trabajo, en el orden de los miles, y adquieren una amplia gama de servicios y productos locales, lo que beneficia a la inversión y a la creación del empleo. Durante el proceso de explotación y operación, si bien la cantidad de personas empleadas directamente por estos proyectos disminuye, todavía estamos hablando de varios cientos o miles de trabajadores que gozan de todos los beneficios de ley y que pueden llegar a percibir varias veces su sueldo en utilidades. Asimismo, durante la operación, requieren continuamente productos y servicios de empresas locales, que también deben contratar más trabajadores para atender esta demanda.

El estudio del IPE estimó que, por cada puesto de trabajo directo generado por la minería formal, se crean nueve puestos de trabajo indirectos. En contraste, se requieren seis puestos de trabajo directos en agricultura para generar un puesto de trabajo indirecto. El estudio señala también que US$ 10 mil millones de inversión minera generan más de 400 mil puestos de trabajo directos e indirectos.

Asimismo, las inversiones mineras generan importantes recursos para el sector público, tanto a nivel nacional como local. El mismo estudio del IPE estimó que US$ 10 mil millones en inversiones mineras generan para el país más de S/. 900 millones en impuestos directos al año, más de S/. 2 mil millones entre tercera, cuarta y quinta categoría, contribuciones sociales por más de S/. 500 millones, y regalías e impuestos extraordinarios por más de S/. 400 millones.

Por su parte, Macroconsult, también en 2012 (presuntamente considerando los precios de loscommodities mineros de ese año) calculó que un incremento de 15% en las exportaciones mineras significaba una expansión de más de 2% en el PBI. Este incremento en las exportaciones mineras crearía asimismo empleos directos e indirectos equivalentes al 0.9% de la PEA, y más de S/. 9,000 millones de recursos adicionales para el sector público.

En resumen, se trata evidentemente de inversiones favorables para el país y para el sur del Perú. Sin embargo, a estos proyectos se asocian ciertas desventajas que pueden ser perjudiciales en el largo plazo, principalmente desde el punto de vista de la competitividad.

En primer lugar, los proyectos mineros tienen una vida útil limitada, y los recursos mineros eventualmente se agotarán, en cualquier país o región. Por otra parte, nadie asegura que los recursos que genera la minería para los sectores público y privado sean invertidos adecuadamente para generar fortalezas e incrementar la competitividad en el largo plazo. Dicho de otra forma, las inversiones mineras no son en sí mismas generadoras de competitividad, especialmente fuera del sector minero, sino que requieren de voluntades, planes y una forma específica de gastar los recursos generados para crear una competitividad que se quede en el país o región luego de que los proyectos hayan concluido su vida útil.

Asimismo, los proyectos mineros, al generar recursos importantes para el sector público y oportunidades de negocio “relativamente fáciles” para el sector privado, pueden generar complacencia, ineficiencias y pocos o ningún incentivo para que estos innoven o mejoren su competitividad. Más aún, los abundantes recursos pueden generar corrupción, aumentar la delincuencia, e incluso reducir los niveles generales de competitividad de un país o región, ya que pueden facilitar que gobernantes incapaces o corruptos se mantengan en el poder a través de políticas o inversiones populares, que ganan votos, pero que distan de ser adecuadas o eficientes desde el punto de vista de competitividad.

En pocas palabras, los proyectos mineros, para una región, debieran ser un medio para generar recursos que puedan ser invertidos en crear ventajas competitivas de largo plazo, más no un fin en sí mismos. Los departamentos del sur deberán tener esto en cuenta, ya que, después de esta ola de inversiones, pueden terminar igual o incluso peor, en términos de competitividad, que antes del boom de los proyectos mineros.


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