EDUARDO DE MIGUEL*
La Comisión Mundial sobre la Economía y el Clima lanzó en julio un informe delineando acciones clave que los gobiernos y las empresas pueden adoptar para ayudar al mundo a combatir el cambio climático.
El informe enumera 10 acciones centrales, que podrían reducir hasta el 96 por ciento de las reducciones de emisiones que se necesitan en 2030 para mantener el aumento de la temperatura global a menos de 2°C sobre los niveles preindustriales, el mismo nivel que los gobiernos se han comprometido a no cruzar.
Todas las ciudades deben comprometerse a desarrollar e implementar estrategias de desarrollo urbano de bajas emisiones de carbono para 2020.
El marco es el Pacto de los Alcaldes, que prioriza las políticas y las inversiones públicas, el transporte de bajas emisiones y no motorizado, la construcción eficiente, las energías renovables y la gestión también eficiente de los residuos.
Esto podría ahorrar alrededor de $ 17 billones (en denominación en castellano) a nivel mundial para 2050.
Detener la deforestación para 2030 y restaurar las tierras agrícolas degradadas.
¿Cómo? Potenciando alianzas como REDD+, la iniciativa 20×20 en América Latina y la Alianza para una Agricultura Climática Inteligente en África para concertar la acción de los países con bosques, las economías desarrolladas y el sector privado.
Las energías renovables, en particular la eólica y solar, están en camino de convertirse en comercialmente viables para inversionistas y consumidores. Pero harán falta grandes inversiones para estimular su adopción masiva.
Los gobiernos, bancos de desarrollo y el sector privado deben colaborar para reducir el costo de la energía baja en carbono y de la eficiencia energética.
El G-20 y otros países deben converger sus normas de eficiencia energética en los sectores clave, como los electrodomésticos, la iluminación y los vehículos.
La inversión en eficiencia energética podría aumentar la producción económica acumulada a un nivel mundial de 18 billones de dólares para 2035.
Las economías desarrolladas y las emergentes deben comprometerse en conjunto a encarecer el precio del carbono para 2020.
Una acción complementaria clave es la eliminación gradual de los subsidios a los combustibles fósiles.
El G-20 y otros países deben incluir los impactos del cambio climático en sus políticas y planes nacionales de infraestructura.
Estos deben utilizarse para guiar las estrategias de inversión de las instituciones financieras públicas y privadas, en particular los bancos multilaterales y nacionales de desarrollo.
El sector privado debe trabajar con los países para impulsar la investigación y el desarrollo de las tecnologías de baja emisión de carbono que serán fundamentales para la reducción del crecimiento y de las emisiones después de 2030.
Por ejemplo, en Estados Unidos, la Administración Obama se apoyó en el sector privado para recaudar 4 mil millones de dólares en compromisos de capital en energía limpia, pero la financiación pública para debería ser al menos un triple en las principales economías a mediados de 2020.
Todas las grandes empresas deben adoptar objetivos de reducción de emisiones a corto y largo plazo y poner en práctica planes de acción. Los sectores industriales más importantes deben ponerse de acuerdo sobre las hojas de ruta de la transformación del mercado en consonancia con la descarbonización a largo plazo de la economía mundial.
Los reguladores del sector financiero y los accionistas deben alentar activamente las empresas e instituciones financieras a revelar los factores ambientales, sociales y de gobierno de carbono críticos y e incorporarlos en el análisis de riesgos, modelos de negocio y toma de decisiones de inversión.
Las emisiones de la aviación internacional y los sectores marítimos deben ser reducidos en línea con la meta de 2°C a través de la Organización de Aviación Civil Internacional.
El objetivo es implementar un estándar de eficiencia de aeronaves sustentable en el mercado y estándares de eficiencia de combustible .
Las Partes del Protocolo de Montreal deben aprobar una enmienda para eliminar la producción y uso de los HFC utilizados como refrigerantes, disolventes, protectores de fuego y en las espumas aislantes.
Los HFC son los gases de efecto invernadero de más rápido crecimiento en gran parte del mundo, a un ritmo de 10 a 15 por ciento por año.
*Eduardo De Miguel es Editor del portal Tiempo Inestable
